Luego de diez interminables años de espera acaba de
comenzar el proceso del Prestige. Un juicio que está previsto se extienda unos
siete meses, como mínimo hasta mayo del 2013.
Como casi todos sabemos, tres personas están sentadas en el
banquillo de los acusados de este macro juicio: el capitán Apostolos Mangouras,
su jefe de máquinas Nicolás Argyropoulos, y el entonces director de Marina
Mercante y hoy funcionario jubilado José Luis López Sors.
Solo para el capitán Mangouras -el principal imputado- la
fiscalía solicita doce años de prisión, 43.200 euros de multa, cinco años de
inhabilitación profesional y el pago de 2.200 millones de euros en concepto de
indemnizaciones. Según algunas fuentes consultadas, a sus 77 años el marino retirado es propietario de un apartamento en Grecia y de la mitad del coche que
conduce su hija, algo que habla con suficiente claridad de su solvencia
económica.
Dadas sus edades resulta improbable que el capitán
Mangouras y su jefe de máquinas vayan a la cárcel o cumplan años de inhabilitación profesional, y ni hablar de que puedan
pagar una ínfima parte de los miles de millones reclamados. Por supuesto que
nadie espera que los desaparecidos armadores del petrolero resuciten, dispuestos
a desembolsar aunque sea un céntimo de lo reclamado a sus marinos. Y si por
casualidad en el juicio triunfan las tesis que apuntan a la responsabilidad
directa en el accidente del estado español, personificado en el imputado José
Luis López Sors, muy probablemente el coste final de las indemnizaciones
solicitadas lo asuman los maltrechos
bolsillos de los ciudadanos a través de esa bolsa sin fondo aparente a la que algunos llaman "las arcas del estado".
Sabemos que una persona murió como consecuencia del
accidente del Prestige: Manfred Gnädinger, el alemán de Camelle. Algunos dicen
que se dejó morir de pena al ver arrasada la obra de toda su vida y otros argumentan
que la prolongada exposición al azufre que emanaba del chapapote envenenó su
deteriorado organismo. No tuvo autopsia y siempre quedará la duda. Pero lo que
nadie niega es que Man perdió su museo, y la vida, como consecuencia del
accidente del viejo petrolero. Es el gran damnificado del desastre del
Prestige.
Y resulta curioso, en el juicio hay unas 1.500 partes
afectadas personadas, agrupadas en 55 acusaciones diferentes asistidas por unos
70 abogados. Son los representantes de los ciudadanos particulares, cofradías de pescadores, asociaciones y movimientos sociales que exigen justa
indemnización por los daños recibidos; pero nadie, ni siquiera Nunca Máis que
en su momento lo usó como bandera revindicativa, ha querido representar los
intereses de Manfred Gnädinger en el proceso del Prestige.
El único que lo perdió todo en aquel desastre es el único
que carece de voz para exigir una mínima reparación material, en este caso para
reparar los daños producidos en su museo por el chapapote. Y, mientras tanto,
su legado, que también es de toda Galicia y del arte universal, se sigue
deteriorando dicen que por falta de recursos. ¿Cuánto puede costar la reconstrucción de una caseta de seis metros cuadrados y su entorno?
En verdad, falta un buen abogado en el juicio del Prestige.